Cuando una empresa acuerda con otra compañía proveedora ciertos productos o servicios, resulta normal dar de vez en cuando con alguna desavenencia. En estos casos, contar con un tercero que ayude a resolver el problema es la mejor forma de evitar ir al juzgado, ahorrándonos así tiempo y dinero.
El arbitraje forma parte de las modalidades de resolución de conflictos que algunas empresas se acogen con el fin de evitar pasar por el juzgado en caso de que haya posibles desacuerdos con sus proveedores. Se caracteriza por que las dos partes en conflicto eligen al árbitro o a los árbitros y el problema se resuelve siguiendo el proceso establecido en el convenio arbitral.
En dicho convenio, ambas empresas establecen el número de árbitros, el lugar y el idioma del arbitraje, las normas jurídicas que se deben aplicar para solucionar el problema, así como el procedimiento.
Una vez que se alcanza el acuerdo, el árbitro o árbitros emiten un laudo, esto es, la solución que ambas partes deben acatar. Aunque, si una de ellas no está de acuerdo, podrá anularlo pasados dos meses desde su resolución.
¿Por qué una empresa debería suscribir un convenio arbitral? Porque resulta un procedimiento mucho más rápido que ir por el juzgado y las resoluciones, a diferencia de las sentencias emitidas por un juzgado, son privados y confidenciales.